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LA PEQUEÑA GAZA

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Abu Hummus, o el “General”, como lo conocen en el barrio, vive aquí desde joven. Él es uno de los principales activistas de un barrio que no se resigna a la ocupación. Hummus nos muestra sus calles devastadas y nos cuenta que, pese a todo, sus vecinos deben pagar los impuestos a Israel; es demencial.


Issawiya tiene las calles llenas de basuras y gran parte de las viviendas han sido demolidas por los “bulldozer” del sionismo,  que presionan a sus vecinos para que desalojen las viviendas cuando no pueden hacer frente a las deudas. Técnicas de un estado de apartheid que trata de expulsar a un sector de la población: los palestinos. Abu Hummus recorre sus calles cada día, le acompaña su muleta. Fue alcanzado por una bala durante una protesta en Qalandia (Ramallah) cuando iba junto a su familia a hacer las compras del Ramadán, pero las heridas no han mermado las fuerzas de resistencia del “General de Issawiya”


Los vecinos le reconocen y lo saludan por la calle. Es diciembre de 2017, y la gente sigue en las calles ante el anuncio del presidente estadounidense Donald Trump, que decidió trasladar su embajada desde Tel Aviv a Jerusalén.


Muchos han participado estos días en las protestas de lo que amagaba con ser la tercera Intifada, otros van con sus ojos vendados tras resultar heridos por el uso de material antidisturbio. En el suelo, casquillos de bala y botes de gas inundan el barrio, muestra de la represión sionista. Además, las noticias del boca a boca en el barrio hablan de decenas de jóvenes detenidos estos días, algo a lo que ya está acostumbrada la ciudadanía palestina.


Eso le ocurrió en varias ocasiones a Abu Hummus, la última tras finalizar este documental. El Coronel fue tan activo en las protestas del barrio que un juzgado israelí le condenó a no pisar durante tres meses Issawiyya, y fue ahí donde comenzó su historia en la corresistencia. 


Yuris es un israelí antisionista, amigo de Abu Hummus desde hace años. Al enterarse de que iba a ser desterrado de la “Pequeña Gaza” no dudó en abrirle las puertas de su casa. En el juzgado quedaron perplejos, pero no lograron impedirlo. Hummus y Yuris tenían cada día una conversación sobre la ocupación desde la casa de este israelí en la Colina Francesa, un bloque de pisos entre Issawiya y la Universidad de Hebrea, donde el humo del café árabe les vuelve a unir en conversación.

LA VIDA EN HEBRÓN
Resistiendo en las colonias 

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Un año después de la Guerra de los Seis Días, en 1968, se instaló el primer asentamiento israelí en Hebrón. Desde entonces, sus calles son testigo de la impotencia, lucha por la tierra, violencia y contradicciones de la ocupación. En la actualidad, más de 800 colonos israelíes, la mayoría provenientes de Estados Unidos y todos muy violentos, son escoltados por más de 2.000 soldados. Según los Acuerdos de Oslo, la ciudad está teóricamente dividida en dos partes: la H1, que está bajo control de la Autoridad Palestina, y la H2, bajo control militar israelí. Pero nada más lejos de la realidad. Israel controla los accesos y dicta caprichosamente la vida diaria de todos sus habitantes.

Nisreen Hashem Azzeh es una artista y activista palestina que resiste con sus cuatro hijos en Tel Rumeida, una colonia ilegal según el derecho internacional, situada en el centro histórico de la ciudad. 

Malvive en una ladera rodeada por colonos israelíes, amenazada de forma constante y con el miedo a sufrir agresiones, como ya ha ocurrido en repetidas ocasiones. Su mirada es triste, pero no resignada. Desde que murió su marido, el doctor Hashem Azzeh, el 21 de octubre de 2015, tras inhalar gases lacrimógenos lanzados por el ejército israelí, ella ha ocupado su lugar.


Nisreen trabaja en la ciudad de Hebrón, por lo que cada día tiene que cruzar el puesto militar que bloquea la calle Shuhada, que da acceso a la colonia, y enfrentarse a la caprichosa voluntad de los soldados. Cuando llega a casa, hace repaso de todas las tareas del hogar, pero ya no sube a la terraza a tender la ropa: una torre militar se encuentra a escasos diez metros de su tejado con soldados apuntándoles. La vida aquí es angustiosa, casi un castigo.

AL WALAJA, AL OTRO LADO DEL MURO

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Un amasijo de hierro en forma de cuchillas separa el olivar de Ahmad Barghouthi de su vivienda. Este agricultor palestino aún recuerda cuando el muro no estaba y podía recolectar los olivos de toda la ladera. Una tierra expoliada por Israel, que ha pertenecido a su familia desde tiempo inmemorial.

La ocupación dividió sus olivos, que han sido el sustento de esta familia durante décadas. Ahmad recuerda cómo sus padres le pidieron que los enterrara junto a su abuela en el cementerio privado de la familia, bajo una encina histórica en la pequeña linde del poblado palestino de Al Walaja.


“No respetan ni a los muertos” dice Ahmad mientras nos enseña la basta alambrada fronteriza que divide su tierra y que pesa sobre las tumbas de sus familiares. El dolor corre por su sangre cada mañana cuando va a alimentar a sus animales y a visitar a su padres, que sufrieron la guerra, la ocupación, y ahora sus tumbas padecen el peso del apartheid de Israel.


Después de la Guerra de los Seis Días , Israel rediseñó los límites municipales de Jerusalén, anexando la mitad de la tierra de Al-Walaja, estrechando aún más el territorio de dos tercios al que se vio reducida la municipalidad tras la Nakba en 1948. 

También el barrio de Ain Jawaizeh de Al-Walaja se incluyó en el distrito de Jerusalén, al imponer la ley israelí a sus habitantes, pero las autoridades les denegaron los derechos de residencia en Jerusalén. Hoy Ain Jawaizeh no recibe servicios municipales.


Fue entonces cuando, en las tierras expoliadas de Al Walaja, se construyeron dos colonias, Gilo y Har Gilo, que juntas reúnen a más de 40.000 colonos. Unas lujosas urbanizaciones que cada día tiene que ver Omar, cuya casa quedó dividida entre dos tierras. Las autoridades de ocupación le entregaron la llave del túnel que evita el Muro por el que pasa cada día para ir al trabajo, la compra o al colegio. Cada vez que sus hijos quieren traer a algún amigo a casa deben solicitar un permiso a la autoridad militar israelí. Omar pasa el día de ruta en su vieja furgoneta para llevar a sus hijos al colegio, recogerlos o acompañarles a jugar con sus amigos con la incertidumbre, siempre atormentándole, del día en que la puerta del túnel no abra y tenga que marcharse. 

TAMIMI, EL APELLIDO DE LA RESISTENCIA

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Nabi Saleh es un pequeño pueblo palestino de unos 550 vecinos situado a 20 kilómetros al noroeste de Ramallah, en Cisjordania. Desde diciembre del 2009, sus habitantes se manifiestan cada viernes contra el robo de sus tierras y de una de las principales fuentes de agua que los abastecía, Ein al Qaws, que hace casi seis años que está en manos de los colonos judíos del asentamiento de Halamish, situado enfrente de Nabi Saleh.


Manal Tamimi es una de las principales activistas del pueblito palestino. Su casa está asediada desde hace años por parte del ejército israelí, que a menudo emplea gases lacrimógenos y balas de goma contra los vecinos y sus casas. 


Nabi Saleh ha pagado un precio alto en sus seis años de lucha contra la ocupación, ya que en los últimos cuatro años dos de sus habitantes perdieron la vida. Al primero lo mató el Ejército israelí en el 2011, al dispararle un bote de gas en la cabeza a una distancia muy corta. Al segundo lo mataron los soldados en 2012 al dispararle con munición real. 

Unas 500 personas han resultado heridas en Nabi Saleh, un centenar de vecinos han sido arrestados, pero los últimos años la represión se está ejerciendo contra las niñas y niños de este poblado.


Con su largo cabello rubio rizado y sus ojos claros, la adolescente Ahed Tamimi, detenida desde que abofeteó a soldados israelíes, se ha convertido para los palestinos en un icono de la lucha contra la ocupación israelí. Su familia sigue pidiendo justicia tras la detención de la joven de 16 años, igual que el menor de 14 años Mohamed Tamimi que ha sobrevivido tras ser herido en la cabeza por las fuerzas de ocupación. 


Jana Jihad tiene miedo de ser la siguiente porque se ha convertido en una heroína mediática. Con su corta edad es la periodista más joven de Palestina, y portavoz de una familia asediada.Se dedica a grabar las acciones de militares israelíes en su pueblo y a colgarlas en internet para denunciar la situación, un asedio a la familia Tamimi.

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